ISSN impreso: 1390-3837 / ISSN electrónico: 1390-8634, UPS-Ecuador, No. 41, marzo-agosto 2025, pp. 87-109.
https://doi.org/10.17163/uni.n42.2025.04
Producción psicosocial del espacio público
en la acción colectiva antirrepresiva
Psychosocial production of public space
in anti-repressive collective action
Macarena Roldán
macarena.roldan@unc.edu.ar
https://orcid.org/0000-0003-2578-0587
Instituto de Investigaciones Psicológicas (IIPsi), CONICET-UNC, Argentina
https://ror.org/03cqe8w59
Recibido: 20/12/2024 Revisado: 23/01/2025 Aceptado: 12/02/2025 Publicado: 01/03/2025
Cómo citar: Roldán, M. (2025). Producción psicosocial del espacio público en la ac-
ción colectiva antirrepresiva. Universitas XX1, 42, pp. 87-109.
https://doi.org/10.17163/uni.n42.2025.04
Resumen
El estudio analiza la producción de sentidos psicosociales en torno al espacio céntrico de la ciudad de
Córdoba, Argentina, desde la perspectiva de jóvenes que se movilizan en una acción colectiva antirre-
presiva denominada “Marcha de la Gorra”. En esta manifestación se denuncia la regulación material y
sensible que opera la vigilancia policial sobre determinados cuerpos (en particular, juventudes de secto-
res populares), la cual tiene como efecto la obturación o inhibición de la libre habitabilidad del espacio
público. El objetivo de investigación fue doble: 1) comprender, desde una perspectiva psicosocial, cómo
procede la segregación socioespacial operada por el control policial selectivo y, a la par, 2) reconocer los
sentidos subjetivos y espaciales que produce la irrupción de la acción colectiva en el espacio disputado.
Para ello, se trabajó con un enfoque cualitativo, apoyado en el registro etnográco de la movilización
y en entrevistas cualitativas con jóvenes participantes (entrevistas en profundidad y conversaciones en
marcha). Por tratarse de un estudio de largo plazo, entre 2014 y 2022, se entrevistó a más de 60 jóvenes,
de entre 16 y 31años, participantes de la acción colectiva en análisis. Entre los hallazgos principales,
se identicó que la producción psicosocial del espacio público en el ámbito de la acción colectiva se
expresa en tres dimensiones: las intervenciones artísticas en la calle, la corporización de la protesta y la
colectivización del conicto.
Palabras clave
Juventud, espacio público, acción colectiva, emociones, cuerpo, seguridad, zona urbana, psicología social.
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Universitas-XX1, Revista de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Politécnica Salesiana del Ecuador,
No. 42, marzo-agosto 2025
Abstract
This study analyses the production of psychosocial meanings around the central space of the city of
Córdoba, Argentina, from the perspective of young people who mobilize in an anti-repressive collective
action called Marcha de la Gorra. This action denounces the material and sensitive regulation that
police surveillance operates on certain bodies (especially, youth from popular sectors), which has the
effect of inhibiting or blocking the free habitation of public space. The research objective was twofold: 1)
to understand, from a psychosocial perspective, how the socio-spatial segregation operated by selective
police control proceeds and, at the same time, 2) to recognize the subjective and spatial meanings produ-
ced by the irruption of collective action in the disputed space. For this, a qualitative approach was used,
supported by the ethnographic record in the mobilization and qualitative interviews with young partici-
pants (in-depth interviews and conversation-in-march). As this is a long-term study, conducted between
2014 and 2022, more than 60 young people, aged between 16 and 31, who participated in the collective
action under analysis, were interviewed. Among the main ndings, it was identied that the psychosocial
production of public space in the sphere of collective action is expressed in three dimensions: artistic
interventions in the street, the embodiment of protest and the collectivization of the conict.
Keywords
Youth, public space, collective action, emotions, body, security, urban areas, social psychology.
Introducción
Como punto de partida, es necesario explicitar que los análisis presenta-
dos en este trabajo orbitan en torno a la producción (psico)social del espacio
público urbano. En esta línea, el trabajo se ancla en la ciudad de Córdoba,
Argentina, particularmente, en la acción colectiva juvenil denominada “Mar-
cha de la Gorra”. El estudio de esta movilización se desarrolló durante nueve
años, en el marco de una tesis doctoral en psicología. Caracterizamos a esta
acción como “antirrepresiva”, ya que sus demandas se orientan a interpelar
y denunciar la selectividad con que opera el control policial sobre los cuer-
pos en la trama urbana, particularmente sobre aquellos en los que intersec-
cionan lo popular y lo juvenil.
Para comenzar, retomamos aportes de las ciencias sociales respecto de la
producción social del espacio. Luego, se sitúa la Marcha de la Gorra como
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
acción que pone en evidencia el carácter axial de la dimensión espacial, en
un doble sentido: por un lado, la denuncia de la sociosegregación en la ciu-
dad de Córdoba y, en segundo lugar, los sentidos políticos y subjetivantes
que alberga la irrupción masiva de cuerpos en el mismo espacio del cual co-
tidianamente son expulsados: el centro de la ciudad.
La presentación y discusión de los resultados de esta investigación cuali-
tativa permitirán abordar las preguntas centrales: ¿Cómo se materializan los
procesos de desigualdad y segregación en el espacio público y en las relacio-
nes cotidianas que allí se despliegan? ¿Qué sentidos subjetivos y espaciales
inaugura la movilización antirrepresiva en la calle? A partir de este doble in
-
terrogante, avanzaremos en la comprensión de lo que llamamos producción
psicosocial del espacio público, en relación con las transformaciones subje-
tivas y espaciales que propicia la acción colectiva.
Acerca de la producción social del espacio
y las sensibilidades urbanas
Son copiosos los aportes teórico-conceptuales de las ciencias sociales
para inteligir la producción social del espacio público, así como también su
dimensión conictual. Veamos algunos de ellos. Haciendo pie en la antropo-
logía, Augé arma que el mundo puede ser pensado como una inmensa ciu-
dad. Un mundo-ciudad dentro del cual circulan y se intercambian productos,
mensajes, artes, modas, etc. Al mismo tiempo, cada gran ciudad es un mundo,
por la diversidad étnica, cultural, social y económica que aloja. Las metró-
polis reejan en su arquitectura y en su estética las grandes desigualdades y
diversidades del mundo a través de muros, separaciones y barreras (materia-
les y simbólicas) que se expresan en las prácticas cotidianas (Augé, 2015).
Desde la geografía y el urbanismo críticos, Harvey (2013) arma que el
desarrollo de las ciudades está vinculado a los modos de producción capita-
lista, por lo que los procesos de urbanización reejan la división de clases.
Tal conguración tiende a destituir a la ciudad como bien común social, po-
lítico y vital. En esta clave, es improductivo pensar la cuestión espacial por
fuera de una mirada que contemple el conicto. Peña (2014) plantea que el
espacio público constituye un escenario para las disputas por la producción
y la reproducción de las prácticas sociales, ya sea en orden al sostenimiento
de las relaciones de espacialidad existentes o a la transformación de estas. En
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este sentido, el estado aparente de jación o de estructura con que suele re-
presentarse el espacio, es más bien una ilusión que enmascara una dinámica
de antagonismos y tensiones entre proyectos, posibilidades y sectores socia-
les. Desde la psicología social, Vidal et al. (2014) han armado que, a través
de la acción sobre el entorno, los sujetos y las colectividades transforman el
espacio, interviniendo en él simbólica y afectivamente. Las acciones dotan
al espacio de sentido singular y social, y estas, a su vez, se entrelazan con la
experiencia emocional que la espacialidad suscita. En esta clave, la propia
subjetividad se compone de tesituras espaciales. Lacarrieu (2017) también ha
insistido en que la urbanidad reeja las relaciones Estado-mercado. Ejemplo
de ello son los procesos de gentricación y la transformación edilicia, inmo-
biliaria y socioeconómica que se imponen en determinados sectores urbanos.
No obstante, destaca que a pesar de la fuerte tendencia de privatización que
impone la lógica capitalista y neoliberal, el espacio público continúa subsis-
tiendo, exponiendo a los sujetos a la posibilidad de ser vistos, tocados o en-
frentados, corporeizando ese conicto.
En América Latina, podemos encontrar numerosos estudios en torno a la
producción social del espacio público. Lindón (2015) arma que las ciuda-
des constituyen zonas de disputa en las que la experiencia de circular/habitar
aparece fuertemente permeada por los condicionamientos étnicos y de clase.
Así, reivindica el abordaje del espacio en términos experienciales y propone
indagar las formas en que lo urbano es actuado, modelado, disputado, e ins-
cripto en los cuerpos. En esta clave, las acciones colectivas se muestran como
un terreno fértil para la exploración de conictos ligados a la espacialidad pú-
blica. Así, encontramos diversos ejemplos que muestran cómo la desigualdad
y los disensos permean la conguración del espacio urbano en las ciudades
latinoamericanas, constituyendo una problemática regional. Podemos men-
cionar los estudios en torno a los más recientes estallidos sociales en Chile
(Campos-Medina y Bernasconi-Ramírez, 2021) y en Colombia (Lisset-Pérez
y Montoya, 2022), así como las acciones de reapropiación del Parque Cas-
tilla, en Lima, Perú (Del Castillo, 2021), movimientos urbanos en los que la
ocupación del espacio público jugó un papel clave en la politización de los
conictos. En este conjunto podría incluirse a la Marcha de la Gorra (Cór-
doba, Argentina), la cual constituye la referencia empírica de este trabajo.
Ahondando en el contexto cordobés, encontramos un profuso campo de
trabajo que ha abordado la cuestión del espacio público y la desigualdad. En
primer lugar, se destaca el trabajo de Cervio (2015), inscripto en la perspec-
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
tiva de la sociología de los cuerpos y las emociones. Allí, la autora abordó
la segregación socioespacial en la ciudad de Córdoba a partir de los años 80,
en el seno de los procesos de estructuración capitalista. La autora señala la
progresiva ocupación diferencial de la zona periférica, en función de las po-
siciones de clase, reejo de una política de valorización urbana orientada al
capital privado. Más recientemente, San Pedro y Herranz (2017) y Boito y
Salguero-Myers (2021), han señalado que las zonas céntricas de la ciudad
se perlan como espacios vedados para aquellos sujetos que no se ajustan a
los criterios de deseabilidad social, quienes son relegados a moverse en las
periferias. A su vez, sostienen que el emplazamiento de los barrios popula-
res, notablemente distantes del centro urbano, obstruye aún más las posibi-
lidades de tránsito de sus habitantes.
Paralelamente, numerosas investigaciones locales plantean que las polí-
ticas públicas de seguridad y el despliegue de las fuerzas policiales consti-
tuyen una pieza clave de control y regulación del espacio público (Bologna
et al., 2017; Guemureman et al., 2017; Pita, 2021). Plaza Schaefer (2020)
señala que esto se materializa en la fuerte presencia policial en las calles y en
un número creciente de detenciones dirigidas a un grupo especíco: jóvenes
varones procedentes de barrios periféricos de la ciudad.
Desde un enfoque psicosocial, Bonvillani (2020; 2023) analiza los es-
cenarios de hostigamiento policial dirigidos a estas juventudes en el marco
de la política de seguridad cordobesa. Allí, aborda la arbitrariedad con que
proceden las detenciones policiales en las zonas céntricas de la ciudad, ins-
cribiéndolas como prácticas de persecución. La política de seguridad como
dispositivo de poder operacionaliza una lógica de segregación apoyada en
estigmatizaciones ligadas a rasgos corporales: color de la piel y cierta esté-
tica vinculada con los barrios populares.
Sin embargo, el espacio público no solo opera como territorio de vigi-
lancia. Por el contrario, se trata de un espacio pasible de ser transformado y
redibujado en función de la acción social. Al constituir el recinto por exce-
lencia del encuentro fortuito y espontáneo entre muy diversos sectores so-
ciales, el espacio público conforma una via regia para el trastocamiento de
lo instituido. En esta clave, Peña (2014) ha insistido en la importancia de
abordar a la acción colectiva desde una perspectiva que recoja su dimensión
espacial. Precisamente, parte de este nudo conictivo se pone de maniesto
en la denominada Marcha de la Gorra.
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Acerca de la Marcha de la Gorra en Córdoba
La conictiva planteada anteriormente en torno a los cruces entre espa-
cio público-desigualdades-vigilancia policial, es particularmente visibilizada
en la Marcha de la Gorra. Esta acción colectiva surge en 2007, de la mano
de un colectivo de jóvenes, referentes territoriales y organizaciones sociales,
con el propósito de denunciar situaciones de abuso policial, especialmente,
las detenciones arbitrarias. Desde sus inicios, la movilización se ha replicado
anualmente, alcanzando las dieciocho ediciones ininterrumpidas. En su plie-
go de demandas encontramos un enfático reclamo respecto de las políticas
públicas de seguridad, particularmente en relación con el accionar policial.
En las primeras ediciones, predominaba el repudio a la sistematicidad y ar-
bitrariedad de las detenciones policiales en las zonas céntricas de la ciudad,
especialmente dirigidas a jóvenes de los barrios populares. Esta vigilancia
selectiva se traduce en interceptaciones y requisas en la vía pública. Por tan-
to, el núcleo de demandas de la Marcha comporta una dimensión espacial
signicativa. Posteriormente, a la par de las transformaciones coyunturales
y cierto recrudecimiento del escenario securitario, la Marcha fue incorporan-
do otras consignas relacionadas con la violencia institucional, destacándose
el pedido de justicia por los denominados casos de gatillo fácil, referidos a
episodios de letalidad policial (Pita, 2019).
Las dicultades de las juventudes populares para habitar, circular y per-
manecer en la trama urbana cordobesa constituye una problemática psicoso-
cial que lesiona su condición ciudadana. Precisamente, la movilización lleva
este nombre porque la gorra constituye un elemento de vestuario comúnmen-
te elegido por las juventudes de los barrios cordobeses. En este sentido, es
posible identicar allí una primera intervención performática en el espacio
público: la portación masiva de gorras para la escenicación de la protesta.
Buena parte de la singularidad de esta movilización, radica en los reperto-
rios artísticos y en los recursos expresivos (Scribano, 2009) que se ponen en
juego: pancartas, bengalas de colores, gratis callejeros, cánticos, disposi-
tivos teatrales, murgas, sonoridades propias (tambores, ritmos de cuarteto,
improvisaciones de rap), e incluso la intervención sobre los propios cuerpos
que marchan: pinturas, inscripciones y disfraces.
A partir de 2014, comenzamos a desarrollar una etnografía colectiva en
torno a este evento, con el propósito de explorar los procesos de subjetiva-
ción política de estas juventudes respecto de las inhibiciones y prohibiciones
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
que el dispositivo securitario introduce en relación con el espacio público. A
continuación, se caracteriza en detalle la estrategia metodológica desplegada.
Fotografía 1
13° Marcha de la Gorra en Córdoba, Argentina, 28-11-2019
Nota. https://bit.ly/3EaHBxr
Materiales y método
El estudio procedió con un enfoque cualitativo, con el propósito de com-
prender los sentidos que construyen las juventudes movilizadas acerca de las
regulaciones en el espacio público ejercidas por la policía, así como también
analizar los nuevos sentidos corporales y espaciales que se producen a partir
de la acción colectiva.
Nuestra trayectoria de investigación en torno a esta problemática se ex-
tiende entre 2014 y 2022, cuya principal referencia empírica ha sido la acción
colectiva “Marcha de la Gorra”, en la ciudad de Córdoba. Así, realizamos una
etnografía colectiva de este evento que implicó la triangulación de diversas
técnicas de construcción de datos, entre las que se incluye: observación par-
ticipante y registro etnográco, registro fotográco y fílmico, y las denomi-
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nadas “conversaciones en marcha” (Bonvillani, 2018), que constituyen diálo-
gos acotados con marchantes, en el contexto mismo de la movilización. Las
sesiones de registro etnográco se concentraron en las fechas de realización
de la Marcha, así como también en algunas reuniones organizativas previas
de las que participamos en carácter de colectivo investigador.
Asimismo, estos instrumentos utilizados in situ, fueron complementa-
dos con entrevistas en profundidad con jóvenes marchantes. El corpus nal
de datos estuvo compuesto por 28 sesiones de registro etnográco, 35 entre-
vistas con jóvenes (5 de las cuales fueron grupales) y 26 conversaciones en
marcha. El mosaiquismo metodológico (Bonvillani, 2018) que dio sustento
al estudio permitió articular diferentes formas de ingreso al campo, en orden
a abordar la complejidad del fenómeno estudiado.
En las diferentes instancias de entrevista participaron alrededor de 60 jó-
venes, de entre 16 y 31 años. Se trabajó con un muestreo de tipo teórico, y
se consideraron como criterios muestrales la composición equilibrada entre
varones y mujeres, como así también la inclusión de identidades no bina-
rias; el criterio general de inclusión fue haber participado al menos una vez
en esta movilización. Paralelamente, se atendió a la incorporación de jóve-
nes de distintos barrios de la ciudad; y la inclusión diversa de aquello que
llamamos “tipologías” de marchantes, referidas a: jóvenes autoconvocados/
as; integrantes de organizaciones sociales y territoriales; integrantes de orga-
nizaciones estudiantiles; artistas y militantes de partidos políticos. En todos
los casos, se obtuvo el consentimiento de las/os participantes, luego de que
fueran debidamente informadas/os acerca de los propósitos del estudio. Las
entrevistas tuvieron una duración aproximada de una hora y media, y fueron
transcriptas para su posterior análisis. Estuvieron orientadas por un guion de
temas referido a: motivaciones para participar de la Marcha; experiencia co
-
tidiana en el espacio público de la ciudad, especialmente en zonas céntricas;
y experiencias con la policía en dicho espacio. Todos los pasajes de campo
que se incluyen en el presente artículo han sido etiquetados con nombres de
cción, en orden a resguardar la identidad de las/os participantes. Asimismo,
en cada fragmento, cuando aparecen categorías locales, estas son aclaradas
entre corchetes para facilitar la comprensión de los relatos.
Finalmente, el análisis de datos estuvo orientado por la Teoría Funda-
mentada en los Datos, siguiendo sus dos estrategias generales: método com-
parativo constante y muestreo teórico (Glaser y Strauss, 2006). El análisis
de datos siguió una codicación secuencial, iniciando con una codicación
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
abierta del corpus empírico, seguida de una codicación axial con base en
las primeras categorías identicadas, para, nalmente centrarse en una codi-
cación selectiva en función de tres grandes tópicos: “dicultades para ha-
bitar el espacio público”, “experiencias con la policía” y “politización del
espacio público”, los cuales permitieron jerarquizar la información obteni-
da. Este proceso se llevó a cabo a través del software de análisis cualitativo
Atlas.ti (versión 8.4.24).
Resultados
Segregación socioespacial y racializante
en la ciudad de Córdoba
En líneas generales, en las entrevistas con jóvenes que participan en la
Marcha de la Gorra, aparecen tres líneas narrativas en las que se materializa
la discrecionalidad del control policial: la cuestión de clase, la inscripción
territorial de los sujetos (pertenencias barriales) y el componente étnico-ra-
cial. A su vez, la selectividad sobre estas tres dimensiones, opera en un do-
ble anclaje espacial: por un lado, las interceptaciones policiales (Lerchundi,
2023) en las zonas céntricas de la ciudad y, por otro, el control focalizado
en los barrios populares. Revisaremos estos aspectos a partir de los relatos
juveniles recopilados.
La aparente continuidad del mapa de la ciudad, rápidamente muestra, en
el registro simbólico y experiencial de estos/as jóvenes, las fronteras y bre-
chas sensibles que surcan una Córdoba fragmentada (Boito y Salguero-Myers,
2021). Las condiciones de pobreza son identicadas como un rasgo central
que predispone a ser objeto del hostigamiento policial. A su vez, la cuestión
de clase se entrelaza con la dimensión territorial y con la experiencia cotidia
-
na de crecer en un barrio popular, con los condicionamientos que imponen
las relaciones de desigualdad respecto de otras clases sociales o territorios:
Estamos acá porque estamos en contra de la violencia de la policía contra los
chicos pobres. Porque es una policía de clase esta que tenemos. A los chicos
de los barrios más humildes siempre los detienen. (conversación en marcha
con una joven de una organización barrial. 20-11-2014)
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Sea el gobierno de turno que sea, los pobres siempre están en la mira. Hay
una insistencia en apuntarle a los pobres, a los negros, a las negras, a los mar-
ginales, a los que siempre dejan marginados ¿no? (Sara, 21 años, murguera
y activista de organización social. 26-11-2019)
A la par de la díada clase-territorio, la cuestión étnico-racial se torna fun-
damental para comprender la direccionalidad que adopta el accionar policial.
Quizás la metáfora mejor lograda al respecto sea la “portación de rostro”,
utilizada coloquialmente por las propias juventudes, a modo de expresión
irónica que graca el peso de las características fenotípicas en la activación
de prejuicios raciales:
Lo de la portación de rostro, como un aspecto de un negro villero como te
dicen, que es ponerte ropa deportiva, o tener medias úor, o ropa úor, o la
vestimenta característica a la que toda la gente le llama “negro villero” [de la
villa]. (Karen, 16 años, murguera, 16-5-2015)
De este modo, la negritud, la piel morena o marrón, se erigen como un
atributos temidos y condenados, en línea con imaginarios racializados (Bon-
villani, 2019). Esta fenomenología social espontánea se ancla en una codi-
cación socio-histórica que se expresa con frecuencia en los intercambios
cotidianos (Caggiano, 2023).
Ahora bien, los condicionantes y prejuicios que forjan este olfato policial
(Rodríguez Alzueta, 2014) delinean una dimensión espacial en las regulacio-
nes que se establecen sobre los cuerpos y las prácticas. Por el emplazamiento
urbano que presenta Córdoba, buena parte de los barrios populares se ubi-
ca en los márgenes de la ciudad, alejados del centro de la capital provincial
(Boito y Salguero-Myers, 2021). Esto afecta de manera directa los sentidos
subjetivos (González-Rey, 2013) de las posibilidades de acceso a la ciudad,
teniendo en cuenta que, a las barreras físicas y geográcas que impone la
distancia, se agregan las barreras simbólicas —y psicológicas— que intro-
duce el control policial. Estas dicultades generan sentimientos de temor,
evitación o apatía que acaban por desalentar su desplazamiento en la ciudad:
Imagínate, desde los 13 años que ando en la calle y que me paran. Como, qué
se yo, más de cincuenta veces. Ahora, no sé, hace un par de días de largos que
no me para la policía, pero siempre, porque no salgo, pero siempre que salía,
vivían frenándome. (conversación en marcha con Rodrigo, 29 años. 28-11-19)
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
Numerosos estudios han planteado que las políticas de seguridad pre-
sentan una marcada vocación territorial con un despliegue de acciones es-
pecícas ancladas en los barrios populares (Daroqui y López, 2012; Kessler
y Dimarco, 2013; Caravaca et al., 2023). Se trata de estrategias de geopre-
vención del delito dirigidas a territorios especícos (Hernando-Sanz, 2008).
Este anclaje territorial propio de las estrategias de vigilancia es denunciado
en diversas consignas de la Marcha, ejemplo de ello es la 13° edición (2019),
cuya consigna ocial fue “Tu Estado no da miedo, en mi barrio no me encie-
rro”, en una tónica desaante.
La cuestión del hostigamiento policial y su sistematicidad forma parte
del contenido de las producciones artísticas que las/os jóvenes crean y repli-
can en la acción colectiva:
Voy caminando por el pavimento, me para la cana [policía], me pide docu-
mento. No lo tengo, seguro me van a guardar. Con frío y con hambre me
acuerdo de vos. Solo una llamada me dejan hacer. Me quiero volver a casa,
a mi rancho. De camino pinta un móvil policial preguntándome: ‘che, negro,
decime hacia dónde vas’. (registro del sonido móvil de la 9° Marcha de la
Gorra, joven rapeando en el micrófono. 18-11-2022)
Las limitaciones que supone la intervención policial para el libre despla-
zamiento en la ciudad son vivenciadas con gran malestar. Estas dicultades
se ponen de relieve especialmente cuando procuran arribar o permanecer en
el centro de la ciudad, así como también en el retorno a sus barrios:
Me han llevado en Alto Alberdi, me han llevado en Observatorio, en Bella
Vista, en Villa Páez, en Alberdi [barrios de la ciudad de Córdoba]. En Alber-
di fue donde viví un montón de cosas con la policía, fueron ahí, en esas ca-
lles, en esos lugares. Ahí conozco un montón de chicos, ahí viví un montón
de cosas, de ahí me levantaron la mayoría de las veces. (Luis, 24 años, mili-
tante territorial. 16-10-2015)
La vigilancia selectiva congura una sensibilidad espacial en la que al-
gunos lugares se presentan como habitables, en tanto que otros aparecen ve-
dados. Si bien no se trata de un ordenamiento legal o jurídico, sino más bien
de una operación simbólica, exhibe una ecacia signicativa. Para compren-
der esta operatoria, es preciso integrar al análisis la dimensión de las sensi-
bilidades, puesto que un potente efecto subjetivo de estas regulaciones en el
acceso al espacio público deriva en el temor, la desmotivación y la inhibi-
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ción de las juventudes de sectores populares para circular en territorios di-
ferentes a sus barrios:
Y salir del barrio, yo soy de Los Cortaderos, es casi una hazaña ¿viste? Los
pibes siempre se quedan ahí nomás, encerrados, porque no sabés si vas a vol-
ver. Una vez nos habíamos ido de viaje, un grupo de chicos, y cuando volvi-
mos, apenas llegamos a la terminal, ya había como dos móviles [vehículos
policiales] ahí nomás. Apenas nos bajamos del colectivo, siguiéndonos. Y era
como: ¡Oh, loco! No alcanzamos a llegar que ya está la cana [policía] ahí. Y
es un embole, ¿viste? (conversación en marcha con Javier, amigo de un jo-
ven víctima de gatillo fácil. 20-11-14)
La administración del espacio público implica una serie de regulacio-
nes sobre los cuerpos y las relaciones que estos despliegan entre sí y con
el espacio. Lindón (2015) ha destacado el rol fundamental que tienen los
despliegues de emocionalidad en estas vivencias. Así, el monto de malestar
psíquico que supone convivir con una imagen de sí mismo que se sabe te-
mida y rechazada en el espacio público, permea los procesos de auto y he-
tero reconocimiento entre estas juventudes. Las alusiones a la forma en que
se sienten mirados y valorados por otros sectores sociales introducen el in-
terrogante acerca de cómo los procesos segregacionistas permean la cons-
titución de subjetividades, con importantes efectos subjetivos y en el plano
de las sensibilidades.
En suma, las narrativas juveniles dan cuenta de dicultades cotidianas
para salir de sus barrios, circular en el centro de la ciudad y acceder a deter-
minadas áreas urbanas. Los mecanismos de control y regulación de la habita
-
bilidad del espacio público, con un fuerte énfasis en la protección de la pro-
piedad privada, pueden ser pensados como una expresión del policiamiento
del Estado (Roldán, 2023). Estas regulaciones se fundamentan en las des-
iguales pertenencias de clase, territorio y étnico-raciales, como hemos discu-
tido. Asimismo, su registro experiencial señala que su percepción del control
policial y el modo de experimentar la ciudad están fuertemente imbricados
en claves espaciales. Ahora bien, ¿qué ocurre con la vivencia del espacio y
del centro de la ciudad durante su participación en una acción colectiva que
reclama su derecho a aparecer en lo público?
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
Agenciar la calle: producción psicosocial
del espacio en la acción colectiva
En nuestro tránsito etnográco por la Marcha, en la 8° edición (2014), al
llegar a la Plaza San Martín –punto de culminación de la movilización, don-
de se realiza el festival de cierre– encontramos un esténcil de gran tamaño
pintado en una columna, con la consigna “Siempre me detienen acá”, y una
echa señalando a la plaza. La imaginería de la Marcha presenta un conte-
nido altamente simbólico y gráco. En este ejemplo, además sugiere la in-
auguración de unos márgenes de libertad propiciados por la movilización,
los cuales habilitan la enunciación y el estampado de consignas en el mobi-
liario público. A su vez, pone en visibilidad una paradoja que se torna polí-
tica por la trama de poder que involucra: durante la ocupación masiva de la
plaza principal, se estampa allí la denuncia de la interdicción cotidiana que
supone su habitabilidad para las juventudes de sectores populares. Al año si-
guiente, en la 9° edición, en el escenario de esa misma plaza, un joven tomó
el micrófono y exclamó:
Estamos en nuestra plaza que hoy nos negaron. Esta plaza que es de la ju
-
ventud de Córdoba. Esta plaza es de la que nos llevan todos los días y hoy
decimos: ¡la Plaza San Martín es nuestra, compañeros! (Registro etnográco
en el festival de cierre. 18-11-2015)
En estas coordenadas, movilizarse constituye en sí una acción disrupti-
va. Tomar la calle para estos colectivos presenta, al menos, una doble valen-
cia: por un lado, el espacio público es el lugar compartido por una sociedad
y, en tanto tal, constituye un locus privilegiado para la realización de mani-
festaciones, con el propósito de hacer visible un conicto. Por otro lado, en
el caso de esta marcha, la irrupción masiva de miles de jóvenes en las calles
del centro representa en sí un trastocamiento de los ordenamientos previos
que delinean ese mismo espacio como vedado. Como hemos elucidado, si
una de las facetas del policiamiento se expresa en la regulación desigual del
espacio público, la Marcha constituye un operador colectivo que (d)enuncia
esos mecanismos e instaura una torsión sensible en los usos y participacio-
nes en dicho espacio:
Es el día en el que las gorras, que no son las de la cana [policía], salen al Cen-
tro. Como que las caritas negras, los caritas estigmatizadas, salen al Centro
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y cortan la ciudad para decir ‘acá estamos’, ¿no? Y para mí es re importante
y me gusta compartirla con los wachos [jóvenes], ahí, del barrio y las pibas
[jóvenes]. (Jonás, 25 años, artista de barrio El Tropezón. 17-6-2020)
Es, además, un tomar-parte en la cultura: visibilizar, conectar afec-
tivamente y reconocerse en las producciones y consumos culturales que
practican cotidianamente. La Marcha de la Gorra representa no solo el
poder-estar en el centro de la ciudad, sino también un poder-decir, poder
enunciar(se) en el espacio público. Este ejercicio del derecho a aparecer y
la puesta en práctica de una capacidad de enunciación que no eran recono-
cibles en ese topos —el Centro, la calle—, supone una apertura a nuevas
sensibilidades. Se pone en marcha una operación colectiva que inventa y
acciona nuevos devenires, y lo hace en lugares comunes al poder institui-
do que se busca rebatir.
¿Cómo interpretar la estima que sienten estas juventudes por la Marcha
de la Gorra y su impulso a participar y movilizarse? Si etimológicamente
participar signica tomar parte en un asunto, la posibilidad que inaugura
la acción colectiva es, precisamente, la de contarse como una parte más en
la organización sensible de la comunidad. Tomar-parte en los repartos de la
cosa pública, aparecer allí donde no son esperados/as. En este sentido, la
dimensión de la corporalidad emerge constantemente como inscripción te-
rritorial de la protesta (Zibechi, 2022): los cuerpos en la calle. Asimismo, el
potencial político de la acción parece ligarse con la producción afectiva que
allí se comparte: los cuerpos imantados.
A mí me temblaban las manos, me temblaba el cuerpo, sudaba por todos la-
dos, ¡era un estallido corporal zarpado [formidable]! Y, eso, también nos nu-
tríamos de eso para poder seguir. Una locura. (La Cholo, 24 años, integrante
de organización social. 26-9-2020)
Yo me siento muy contento y feliz por haber transitado esa experiencia […]
que podamos estar ahí y representar a un montón de jóvenes de la ciudad de
Córdoba, con nuestro rap, con nuestro ser como somos, con nuestro acento,
con nuestro humor, con nuestra alegría. Y, así también, con todo el dolor que
es venir del barrio, de un lugar muy muy vulnerado y hostil, y poder devolver
otro clima, otra respuesta, otra alternativa que es el arte, la música, la verdad
que fue feroz [fenomenal].
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
Fotografía 2
Intervención artística con gorras
Nota. https://bit.ly/3EaHBxr
Como hemos insistido, los procesos de control y de disciplinamiento se
dirigen al territorio y a las energías corporales. De tal manera, es esperable
que los procesos de resistencia encuentren también allí su capacidad de agen-
cia. En las narrativas juveniles, el cuerpo es caracterizado como instrumen-
to político volcado a la acción. Este ofrecimiento de las energías corporales
a la lucha se materializa en el sintagma “poner el cuerpo”. Una primera di-
mensión que destacan se reere al cuerpo como campo de fuerza. Frente a
los diferentes antagonistas denidos discursiva y afectivamente: la policía,
el Estado, la sociedad en general, la trinchera sensible de resistencia es el
cuerpo, en singular, y el cuerpo colectivo, aquel que se gesta y se potencia
en el encuentro multitudinario.
De acuerdo con Jasper (2012), las solidaridades colectivas, los rituales
de interacción y otras dinámicas grupales que ocurren en el seno de la acción
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colectiva dan lugar a la producción de lealtades afectivas que apuntalan el
sostenimiento de las acciones políticas. Esto se da, incluso, con las emociones
compartidas vinculadas a la tristeza o a la bronca, ya que pueden fortalecer
afectaciones recíprocas tendientes a la creación colectiva y a la potencia de
actuar. En la Marcha de la Gorra, la bronca y el enojo, lejos de ser negados
o postergados, son incorporados al texto de la protesta, e incluso en los ele-
mentos no discursivos, como las intervenciones artísticas y el propio reper-
torio corporal de quienes marchan:
Transformamos la bronca en fuerza, y la tristeza en bronca. La bronca y la
fuerza, y creo que esa fuerza se ve como muy acompañada de lo que genera
el carnaval, digamos, de esa alegría. (Sara, 21 años, murguera y activista de
organización social. 26-11-2019)
Las praxis asociativas grupales y comunitarias constituyen un gesto de
resistencia en tanto tienden a abatir las zonas de precarización y muerte im-
puestas por las técnicas de gobierno (Valenzuela, 2019), y conforman comuni-
dades de lucha en orden a conquistar el espacio. La vivencia compartida en el
espacio de la calle permite constatar subjetiva y colectivamente la posibilidad
de habitar la ciudad de otro modo, por fuera de las restricciones cotidianas:
Y yo creo que la Marcha de la Gorra es poder salir al centro tranquilo sin que
te discriminen. Que puedas caminar sin que te discriminen por la ropa que
llevás, ni por el color de piel. Que los pibes de los barrios puedan salir de sus
barrios también a conocer otros barrios, que no se queden solo en sus barrios,
solamente porque tienen miedo a la policía. (conversación en marcha con un
joven de una organización territorial. 23-11-2018)
Advertimos una centralidad irrevocable del cuerpo como locus de re-
sistencia frente a los discursos y prácticas que pretenden gobernarlo. En la
Marcha, los cuerpos juveniles bailan, se trepan a las paredes, estampan es-
ténciles, colorean gratis, dejan sus marcas allí. Se mudan espontáneamente
de la vereda a la calle, se desplazan en el asfalto con las gorras y vestuarios
por los que habitualmente son detenidos. En este sentido, constituyen actos
corporales de creación, en tanto inauguran un universo de sentido que previa-
mente estaba obturado por los propios límites que el dispositivo securitario
impone en el espacio público. En palabras de Butler (2017), se trata de ac-
tos performativos de aparición. El advenimiento súbito de miles de cuerpos
juveniles implica una instancia de visibilización, tanto de la demanda soste-
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
nida, como de los rasgos corporales y estéticos que constituyen el vehículo
de su persecución. En la convocatoria masiva y coordinada de cuerpos en la
calle se materializa el ejercicio performático del derecho a aparecer que es,
en denitiva, una rearmación subjetiva y colectiva del derecho a la ciudad.
Conclusiones y discusión
El análisis de los registros etnográcos y los relatos juveniles ha permi-
tido trazar algunas líneas de sentido en que se expresan las transformaciones
subjetivas que suscita la acción colectiva. En esta clave, advertimos que la
experiencia de participar en la Marcha de la Gorra trae consigo la emergen-
cia de nuevos sentidos espaciales respecto de aquellos lugares cotidianamen-
te restringidos por la vigilancia policial. Así, vemos que hay al menos tres
procesos que nutren lo que aquí llamamos la producción psicosocial del es-
pacio en el seno de la acción colectiva: en primer lugar, la producción y es-
cenicación en la calle de repertorios e intervenciones artísticas y culturales
especialmente valoradas por estas juventudes. Como segundo punto, la cen-
tralidad que adquiere la relación cuerpo-espacio en la protesta. Y, en tercer
lugar, el registro profundamente colectivo que exhibe la experiencia-Marcha,
donde, a la par de las alianzas políticas, se tejen coaliciones afectivas. Vale
aclarar que, en la práctica, estas tres dimensiones operan de manera sinérgi-
ca y articulada, en tal sentido, resultan separables solo a los nes analíticos.
Respecto de la primera dimensión identicada, la Marcha opera como
una plataforma de circulación de las producciones culturales de estas juven-
tudes —práctica murguera, improvisaciones de rap, esténciles, intervencio-
nes artísticas— que encuentran, por vía de la acción colectiva, un espacio de
escenicación en el centro de la ciudad: Y fue como resistir desde el arte.
Podés hacer una marcha y mostrar que se puede responder con arte” (Jonás,
25 años). Por tanto, este ingreso al espacio público implica también un tomar-
parte en la cultura, dando lugar a un potente vehículo de expresividad política.
En buena parte de estas intervenciones, los cuerpos de las/os marchantes
se presentan como la materialidad desde la cual se alza el reclamo, dando lu-
gar a la creación de sentidos verbales y no verbales en clave antirrepresiva. La
inter-vención en el espacio público se presenta como cualidad y potencia de
venir-entre las calles y los cuerpos: aparecer en la esfera pública exhibiendo y
resignicando sus producciones discursivas, estéticas y expresivas. Asimismo,
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la potencia de la movilización, en buena medida, radica en la permeabilidad
de sus fronteras, es decir, la capacidad de interpelar y afectar tanto a quienes
allí se convocan como a quienes se tornan testigos de su acontecer. De allí,
el valor de las intervenciones artísticas como vía de enunciación política, en
tanto recursos expresivos (Scribano, 2009) que interpelan no solo a quienes
se cuentan dentro de la manifestación, sino también a quienes la observan.
La segunda dimensión, referida a la relación cuerpo-espacio, cobra cen-
tralidad en el registro experiencial de las/os marchantes. La Marcha es vi-
venciada como una suerte de profanación temporal, en tanto interrupción de
un cotidiano anudado a situaciones de hostigamiento policial en el espacio
público: “Transformar, por lo menos por un rato, estos espacios que están vi-
gilados. Podés darte el gusto de pasear por el centro, en la Marcha, tocando
un redoblante, cantando con tus amigos” (Lucas, 28 años). En las coordena-
das témporo-espaciales que inaugura la acción colectiva, permanecer en la
calle se torna ocasión de disfrute, de liberación y celebración, en contrapo-
sición al temor y la aprensión experimentados el resto del año. En el plano
biopolítico, los mecanismos de control de las emociones operan como estra-
tegias de desmovilización y temor, tendientes a la reproducción inercial de
las relaciones de poder y a desalentar las opciones de transformación (Va-
lenzuela, 2019). En este sentido, la irrupción de esta protesta juvenil no solo
desestabiliza los regímenes sensibles cotidianos, sino que, además, empuja
los límites de lo prohibido, lo sancionable y lo temido. Asimismo, los des-
pliegues afectivos que suscita habilita la proliferación de nuevos sentidos
acerca del espacio público. A pesar de la exposición que puede suponer la
ocupación del espacio, los cuerpos en la calle expresan terquedad y persis-
tencia, insisten en estar allí. De inicio, esto implica una reconguración de
los sentidos subjetivos con que previamente se ha in-corporado el espacio de
la calle, especialmente del centro de la ciudad. La posibilidad cercenada de
habitar libremente el espacio céntrico constituye el núcleo de la demanda de
esta acción colectiva. Así, marchar congura un acto performativo que torna
efectiva la satisfacción de esa demanda en el registro experiencial. Esto úl-
timo pone de relieve la potencia de la herramienta-cuerpo como constructor
de signicación social que, en este caso, comporta además una resignica-
ción de los sentidos espaciales.
De la mano con lo anterior, la tercera dimensión se reere a la experien-
cia colectivizada en la calle. Las prácticas que hasta aquí hemos descripto,
no constituyen maniobras escenicadas en soledad, por el contrario, conti-
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Macarena Roldán. Producción psicosocial del espacio público en la acción colectiva antirrepresiva
nuamente abren el juego a su colectivización. La ocupación compartida del
espacio da lugar a la creación de nuevos sentidos singulares y colectivos res-
pecto de sus cuerpos y de su presencia allí. Las y los jóvenes envueltos en los
pliegues de esta problemática constatan, a partir de la formulación colectiva
de la demanda, que no se trata de un conicto que les concierne de mane-
ra individual, ni es una marca privativa de sus biografías: “Es como que se
unen todos los barrios. No solamente pasa en un solo lugar, sino que en todo
Córdoba pasa eso. Me parece bien que se unan así los barrios, y marchen,
así, por sus derechos” (Leonardo, 22 años). La acción colectiva comporta la
posibilidad de inscribir un malestar vivido singularmente en un proceso de
elaboración colectiva. Se trata de una apertura sensible a la colectivización
de los padecimientos, así como también de las estrategias de resistencia. En
tal sentido, la congregación de estos cuerpos en la calle remite a un ejercicio
praxiológico del derecho a la ciudad, ejercicio que permite revalidar el ca-
rácter público del espacio.
Recapitulando, la conjunción entre corporización de la protesta, desplie-
gue de intervenciones artístico-expresivas en la calle y colectivización del
conicto, da lugar a una producción psicosocial del espacio en el seno de la
acción colectiva. Tal producción psicosocial se apoya en el triángulo sensible
cuerpos-acción colectiva-espacio público. En tanto geografía compartida, el
espacio público se torna un lienzo polifónico susceptible de albergar y replicar
un sinfín de mensajes que se inscriben en sus paredes, veredas, calles, mo-
biliario urbano, etc. Allí, se amplica la capacidad de los cuerpos juveniles
de signicar, interpretar y representar la propia existencia. De tal manera, la
Marcha de la Gorra pone a prueba el carácter efectivamente público del es-
pacio, restituyendo momentáneamente el derecho lesionado a habitarlo. En
el tiempo acontecimental y excepcional que inaugura la acción colectiva, la
ocupación de las calles habilita un ingreso a lo público como tal, una rear-
mación colectiva de que ese espacio también les pertenece.
A modo de conclusión, esperamos que este estudio pueda contribuir tan-
to teórica como prácticamente a las discusiones referidas a espacio público,
desigualdades y políticas públicas. Si bien existe una valiosa proliferación de
estudios sociales acerca de la producción del espacio público, no son abun-
dantes las investigaciones desde el campo psi, con enfoques psicosociales ca-
paces de dar cuenta de los efectos de las políticas de seguridad y de la regu-
lación del espacio público en el plano de las subjetividades. Así, este trabajo
pretende complejizar y contribuir a la discusión teórica, especialmente en las
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intersecciones entre psicología social, urbanismo crítico y campo de la acción
colectiva. Del mismo modo, puede aportar orientaciones para el diseño de po-
líticas públicas, tanto en la esfera de la seguridad como en aquellas destinadas
al sujeto joven. Contemplar la dimensión psicosocial y los efectos subjetivos
de las políticas de control, posibilitaría la formulación de programas de segu-
ridad que no lesionen los derechos y la habitabilidad del espacio público de
algunos conjuntos poblacionales, en este caso, sectores populares y juveniles.
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País: Argentina
Proyecto: “Procesos de subjetivación política juvenil en la ‘Marcha de la Go-
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policiamiento del Estado Provincial Cordobés”.
Declaración de Autoría - Taxonomía CRediT
Autor Contribuciones
Macarena Roldán
Roles: conceptualización, metodología, soware, validación,
análisis formal, investigación, recursos, curaduría de datos,
escritura-borrador original, escritura-revisión y edición, vi-
sualización, supervisión, administración del proyecto, adqui-
sición de fondos.