MISCELÁNEA
Comunicación
en pandemia. Implicaciones tecnológicas y simbólicas en la experiencia de
jóvenes universitarios
Communication
in pandemic. Technological and symbolic implications in the experience of young university
students
Raul
Anthony Olmedo-Neri raul.olmedo@politicas.unam.mx
https://orcid.org/0000-0001-5318-0170
Universidad
Nacional Autónoma de México, México.
Comunicación en
pandemia. Implicaciones tecnológicas y simbólicas en la experiencia de jóvenes
universitarios
Universitas-XXI,
Revista de Ciencias Sociales y Humanas, núm. 39, pp. 139-160, 2023
Universidad
Politécnica Salesiana
2023.Universidad
Politécnica Salesiana
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.
Recibido: 21/06/2023
Revisado: 06/07/2023
Aprobado: 08/08/2023
Publicado: 01/09/2023
DOI: https://doi.org/10.17163/uni.n39.2023.06
Resumen
La
comunicación, sus estructuras tecnológicas y sus valores simbólicos se
dislocaron por la digitalización de la vida cotidiana como consecuencia de la
pandemia. Este contexto impactó la experiencia juvenil universitaria, por lo
que resulta importante analizar los cambios socioculturales en cuanto al uso de
las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) de un grupo de
universitarios, el tiempo de conexión, el dispositivo utilizado y su relación
con el espacio doméstico durante la pandemia en México.
Para
ello se articula un marco teórico desde los Estudios Culturales para analizar
la relación jóvenes-tecnología durante la pandemia e identificar su relevancia
dentro de la experiencia juvenil contemporánea.
La
metodología utilizada tiene un enfoque mixto con un grupo de estudiantes
universitarios mexicanos de la licenciatura en Comunicación (N=29), donde se
empleó un formulario y un grupo focal para recuperar sus experiencias.
Los
resultados muestran que la pandemia suprimió las fronteras entre lo íntimo y
público, generando procesos de negociación entre los miembros de la familia
sobre el uso de dispositivos y los espacios domésticos. Además, las actividades
educativas, familiares y sociales incrementaron el tiempo de conexión de
jóvenes universitarios, pero además resignificaron los espacios domésticos por
el solapamiento de actividades.
Finalmente,
se reconoce que la habitación de los participantes se vuelve el espacio
estratégico para la experiencia juvenil en la pandemia porque las actividades
universitarias, familiares y de socialización se desarrollaron en un mismo
lugar.
Palabras clave: Internet,
TIC, comunicación móvil, estudios culturales,
jóvenes, domesticación, experiencia juvenil,
vida cotidiana.
Abstract
Communication, its
technological structures, and its symbolic values have been
dislocated by the digitization of everyday life as a consequence of the
pandemic. This context impacted the university youth experience, so it is
important to analyze the sociocultural changes regarding the use of Information
and Communication Technologies (ICT) of a group of university students, the
connection time, the device used and their relationship with the domestic space
during the pandemic in Mexico.
For this, a theoretical
framework is articulated from Cultural Studies for analyzing the
youth-technology relationship during the pandemic and identify its relevance
within the contemporary youth experience.
The methodology used has a
mixed approach with a group of Mexican university students of the Communication
bachelor (N=29), where a form and a focus group were used to recover their
experiences.
The results show that the
pandemic abolished the borders between the intimate and the public, generating
negotiation processes between family members on the use of devices and domestic
spaces. In addition, university, family and social activities increased the
connection time of students, but also resignified
domestic spaces due to the overlapping of activities.
Finally, it is recognized that
the bedroom of the participants becomes the strategic space for the youth
experience in the pandemic because the university, family and socialization
activities took place in the same space.
Keywords: Internet, ICT, mobile communication,
cultural studies, youth, domestication, youth
experience, everyday life.
Forma sugerida de citar:
Olmedo-Neri, R. A.
(2023). Comunicación en pandemia. Implicaciones tecnológicas y simbólicas en la
experiencia de jóvenes universitarios. Universitas
XX1, X(XX), pp. 139-160. https://doi.org/0000-0001-5318-0170
Introducción
La experiencia juvenil de las y los
universitarios se modificó durante la pandemia; en el caso mexicano, se estima
que 89 940 estudiantes de educación superior no concluyeron el ciclo escolar
2019-2020 y que el 44,6 % lo atribuyeron directa o indirectamente a la pandemia
de COVID-19 (INEGI, 2020).
Las clases en línea, la restricción
de actividades en espacios públicos, la brecha digital de cobertura y acceso de
Internet, así como la heterogénea disponibilidad de dispositivos en los hogares
fueron factores que trastocaron la experiencia juvenil en la pandemia. Por
ello, la pregunta de investigación que guía este trabajo es ¿de qué manera la
pandemia afectó la relación de los jóvenes universitarios con las Tecnologías
de la Información y la Comunicación (TIC) e Internet?
Para responder a esto se articula un
marco teórico desde los Estudios Culturales y su enfoque en el uso de los
dispositivos tecnológicos por parte de jóvenes universitarios (Winocur, 2006, 2009; Lemus-Pool, 2019). Después se presenta
la estrategia metodológica utilizada para recuperar, sistematizar y analizar el
impacto de la pandemia en la experiencia de un grupo de estudiantes
universitarios de la carrera de Comunicación en la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM).
Finalmente, los resultados muestran
los efectos cualitativos y cuantitativos sobre la experiencia juvenil durante
la pandemia.
Marco teórico
La perspectiva de los Estudios
Culturales o Estudios de Comunicación y Cultura[i] ofrece un marco
conceptual-metodológico para analizar e interpretar la doble articulación (usos
sociales y valores simbólicos) que los medios adquieren conforme son integrados
a la vida cotidiana. Desde esta perspectiva la relación jóvenes-tecnología inicia
con los medios de comunicación masiva, sin embargo, desde los años ochenta del
siglo XX su presencia en la experiencia juvenil los vuelve objeto de estudio (Medina,
2010); conforme se crean e innovan las TIC, los jóvenes muestran una mayor
destreza tecno-operativa y les atribuyen mayores sentidos culturales que los
adultos, por lo que se convierten en elementos característicos y a la vez
distintivos de las nuevas generaciones.
Al ampliar las aportaciones de los
Estudios Culturales sobre Internet y las TIC es posible afirmar que son
elementos que se integran a la cultura y simultáneamente la (re)producen porque
son espacios de socialización y productores de imaginarios colectivos (Lemus-Pool,
2019; Martín-Barbero, 2017; Morduchowicz, 2008; Kellner,
1995). Así, las TIC e Internet se convierten en elementos indisociables a la
condición material-estructural de cada joven y son a la vez componentes
indisolubles de la experiencia juvenil contemporánea (Becerra, 2015;
Lemus-Pool, 2019). La carga simbólica que las tecnologías adquieren para los
jóvenes deriva de su papel como agentes nodales en la construcción de la
identidad juvenil y su soporte para visibilizarlos en el espacio público
(Becerra, 2015).
Desde los Estudios Culturales las TIC
e Internet no poseen un nombre ni una definición consensados (Morley 2008; Silverstone, 1996; Williams, 2011). Por ello, se propone
pensar estos elementos como dispositivos tecnológicos, es decir, objetos
tecnológicos diseñados bajo una función comunicativa y que son apropiados de
acuerdo con las necesidades, posibilidades y realidades del sujeto; su uso, por
lo tanto, es heterogéneo y determinado tanto por las condiciones materiales e
históricas de quien decide utilizarlos como por la finalidad que pretende
conseguir a través de ellos. Desde los Estudios Culturales la noción de
dispositivo tecnológico puede articularse con el proceso de domesticación
tecnológica (Silverstone y Haddon,
1996; Silverstone, 1996, 2004) y la privatización
móvil (Williams, 2011). Esta articulación conceptual cobra relevancia empírica
en el contexto pandémico: las medidas de confinamiento para evitar el contagio
le dieron una nueva carga simbólica al hogar y lo transformó en el centro de
operación de la vida cotidiana. Este proceso no solo difuminó las fronteras
entre la esfera pública y la privada, sino que el solapamiento espacial y
tecno-operativo de las actividades de los integrantes de la familia reconfiguró
las dinámicas individuales y colectivas alrededor de los dispositivos
tecnológicos plenamente integrados en el espacio doméstico. En otras palabras,
la pandemia no solo resignificó el hogar, sino que paralelamente reconfiguró la
relación sujeto-tecnología y recalibró el uso y el sentido de los dispositivos
tecnológicos.
En términos generales, el modelo de
domesticación de la tecnología reconoce tres procesos particulares: la
objetivación (reconfiguración espacial del hogar para que los dispositivos
tecnológicos puedan ‘hacerse de su lugar’), la incorporación (dislocación
simbólica de los rituales individuales/familiares para integrar los
dispositivos tecnológicos y cargarlos de sentidos) y la conversión
(legitimación de los integrantes de la familia en el espacio público a través
de los usos de los dispositivos como símbolo de integración cultural); todos
estas dinámicas están estrechamente vinculadas y derivan de la apropiación
tecnológica[ii], es decir, el tránsito de
un dispositivo del espacio público a la esfera privada que representa el hogar
(Silverstone y Haddon, 1996;
Silverstone, 2004). Así, domesticar la tecnología
describe el proceso que reduce la incertidumbre de un dispositivo tecnológico
nuevo y ajeno al individuo mediante su progresiva integración en prácticas
específicas y espacios comunes como lo es el hogar. A pesar de esto, la
domesticación de la tecnología y su respectivo modelo teórico-metodológico han
sido objeto de crítica por la preponderancia dada al hogar y su aparente
linealidad conceptual (Sandoval y Cabello, 2019).
La preponderancia del hogar en el
proceso de domesticación descansa en que el primer encuentro del sujeto
contemporáneo con un objeto tecnológico-comunicativo se da en el espacio
doméstico (Olmedo-Neri, 2022). Esto significa que los dispositivos tecnológicos
no están aislados a las dinámicas familiares y sociales, por el contrario,
están articulados espacialmente y de acuerdo con el significado de cada espacio
o la práctica que allí se desarrolla de manera individual/colectiva -Silverstone y Haddon (1996)
definen estos procesos como objetivación e incorporación respectivamente-.
Históricamente, la domesticación de
la tecnología inició en el siglo XX ya que los medios, y después los
dispositivos tecnológicos, se convirtieron progresivamente en elementos
estructurales del hogar (Helles, 2014). De este modo,
cada dispositivo tecnológico no solo se relaciona con el espacio, sino que en
conjunto articulan un sistema de significados y símbolos derivado de su
incorporación a las prácticas comunicativas que se vivencian dentro y fuera del hogar (Olmedo-Neri,
2022). Así, cualquier espacio se construye no solo por los objetos que lo
integran, sino por los símbolos y los procesos que derivan del uso simultáneo
de sus componentes materiales y espaciales a nivel individual y/o colectivo.
En la mayoría de los hogares
contemporáneos, los dispositivos tecnológicos se distribuyen espacialmente de
acuerdo con las dinámicas de socialización o las funciones a las que se
articulan; además de este ensamblaje espacial-funcional, cada dispositivo se
interconecta operativamente con los demás para conformar un entorno
tecnológico-digital (Olmedo-Neri, 2022). Aunque cada dispositivo cambia de
lugar de acuerdo con las prácticas familiares y sus reglas de (con)vivencia,
todos promueven un consumo interno diferenciado, así como una mirada al
exterior unificada mediante sus pantallas y de la propia comunicación
resultante (Baudrillard, 1988). A partir de esta presencia, los medios y los
dispositivos tecnológicos adquieren una ubicuidad empírica que los ensambla
funcional y simbólicamente con la vida cotidiana (Silverstone,
2004).
Sin embargo, ante la abrupta
digitalización, la heterogénea infraestructura tecnológica-comunicativa y el
solapamiento espacial de actividades laborales, educativas, familiares y
sociales provocado por la pandemia, los espacios domésticos sufrieron un ajuste
tanto en su significado como en su uso.
En otras palabras, durante la
pandemia el hogar adquirió un papel estratégico para la reproducción de la vida
cotidiana, sufriendo transformaciones espaciales y simbólicas.
Bajo este contexto, el hogar adquirió
un carácter ‘inteligente’ ya que “ofrece no tanto una imagen de movilidad, sino
un ‘espacio sensible’ que, como suele decirse, trasciende profundamente las
divisiones interior/exterior y trabajo/casa, en el sentido de que realmente
hace innecesario trasladarse adonde sea” (Morley, 2008, p. 122). En esta
transformación los dispositivos tecnológicos se articularon contingentemente a
través de aquellas prácticas sociales internas y externas que se desarrollaron
simultáneamente en el hogar; sin embargo, esto no impidió que las personas
desarrollaran estrategias para mantener la diferencia entre lo público y lo
privado, aunque tuvieron variados resultados. Así, la preponderancia conceptual
y empírica del hogar descansa en que es allí donde se manifiesta la doble articulación
(Silverstone, 1996), ya que los medios y los
dispositivos tecnológicos operan a la vez como una máquina que se maneja y un
medio que posee una ambivalente función de ventana por la que se mira y se es
mirado.
Respecto a la linealidad analítica de
la domesticación, vale la pena decir que este término tiene un sentido
nominativo para referir a un conjunto de procesos heterogéneos no por su
esencia, sino por los elementos involucrados: el sujeto y el dispositivo. Así,
la domesticación reconoce la heterogeneidad empírica en el proceso de
apropiación tecnológica: la clase social, el género, la ubicación espacial, el
estilo de vida, la experiencia con otros objetos tecnológicos, el diseño
tecno-operativo, la retórica publicitaria y los objetivos que espera conseguir
el sujeto con la integración parcial o completa de éstos en su vida cotidiana
evidencia que no todos pueden/quieren apropiarse de la tecnología y que no
todos se apropian de ellas de la misma manera (Silverstone,
1996; Silverstone y Haddon,
1996).
Entonces, el grado de domesticación
está determinado por los intereses y disposiciones del sujeto, por su condición
sociohistórica y por las resistencias operativas del dispositivo en cuestión.
Esto último es importante porque los medios y los dispositivos tecnológicos no
son neutrales (Sandoval, 2022; Silverstone y Haddon, 1996), por el contrario, poseen un sello material y
simbólico distintivo que los dota de una autonomía relativa producto de su
producción mercantil; solo con la domesticación la independencia del
dispositivo se reduce para cumplir los designios del sujeto que lo somete. En
otras palabras, la domesticación de la tecnología permite reconocer los niveles
de apropiación tecnológica, así como las tensiones entre el dispositivo y el
poder subjetivo del sujeto. Esto permite pensar la domesticación como un
continuum donde la exclusión/resistencia y la integración/apropiación son sus
polos extremos, por lo que los sujetos se mueven permanentemente en dicho
continuum siempre a partir de sus posibilidades, intereses y realidades.
Por su parte, la noción de privatización
móvil (Williams, 2011) cobra sentido en los medios de comunicación y aquellos
dispositivos que se incorporan paulatinamente a las prácticas cotidianas al
grado que “el hogar, el lugar de trabajo, el esparcimiento y el transporte se
vuelven dependientes de una gama de servicios tecnológicos que imponen una
conexión incesante” (Moraes, 2007, p. 24). La
privatización móvil se manifiesta en el contexto pandémico por la alta demanda
de dispositivos tecnológicos de uso individual para realizar las actividades
laborales, educativas y sociales digitalizadas.
Si bien los dispositivos tecnológicos
como la radio, televisión y la PC estuvieron anclados al espacio doméstico, el
celular y la laptop se convierten en dispositivos que se movilizan con el
usuario y sus prácticas. Estos dispositivos cobran relevancia para las y los
jóvenes universitarios; por ejemplo, el celular no solo representa “la
personalización total de la tecnología, sino que muchos usuarios lo consideran
como una parte de su cuerpo, como un reloj de pulsera” (Morley, 2008, p. 129).
Para las y los jóvenes, el celular se ha convertido en una extensión de su
capacidad de socialización, así como un espacio para el (re)diseño de su
identidad, memoria y autonomía ante las dinámicas espaciales y jerarquías
sociales que se desarrollan dentro y fuera del hogar. Así, “los teléfonos
celulares acompañan a sus dueños en los diferentes contextos que constituyen la
vida cotidiana” (Helles, 2014, p. 536).
Por su parte, la laptop adquiere un
sentido disruptivo porque su incorporación en la dinámica familiar se impulsó
desde el exterior (la escuela), como parte de la incorporación de la tecnología
en el proceso de enseñanza-aprendizaje (Becerra, 2015; Sánchez, 2020, Winocur, 2006; Winocur y Sánchez,
2018). Esto ha generado un proceso de extrañamiento en la familia derivado de
los diferentes grados de domesticación por parte de sus integrantes (Winocur, 2009). Esto decanta en dos procesos paralelos: la
ampliación de la autonomía de los hijos respecto de la autoridad de sus padres,
y el incremento de la incertidumbre de los adultos sobre la seguridad de sus
hijos ante la disminución de su ejercicio de poder en Internet (Morduchowicz, 2008; Olmedo-Neri, 2022).
Así, el celular
y la laptop se han convertido en los dispositivos articuladores más relevantes
para las juventudes contemporáneas, pero al mismo tiempo han dislocado la
producción de sentido y convivencia en el hogar (Winocur
y Sánchez, 2018; Sánchez, 2020). Esto se presenta por la individualidad que
fomenta la personalización de la tecnología, así como por la posibilidad de
acceso a Internet que ofrecen dichos dispositivos, lo cual modifica las
dinámicas familiares y sus estructuras de conocimiento/poder (Winocur, 2009; Lemus-Pool, 2019).
En la pandemia, el uso de estos
dispositivos tecnológicos se profundizó en el hogar y en la experiencia
juvenil. El confinamiento y la digitalización de la vida cotidiana modificó los
comportamientos construidos de manera histórica por jóvenes para contener la
incertidumbre de este contexto. Así, el uso de Internet y los dispositivos
tecnológicos en el hogar da cuenta de la transformación de la casa como el nodo
central de conexión e interacción social durante el confinamiento.
A partir de lo anterior, los Estudios
Culturales sirven como perspectiva para analizar: 1) el papel que cada
dispositivo juega dentro de la experiencia biográfica de los individuos, 2) la
función que cumple la tecnología en el marco de las actividades cotidianas y 3)
la relación que se construye con el lugar donde se desarrollan prácticas
sociales y comunicativas. Por ello resulta útil reconocer la relevancia del
dispositivo y su uso en relación con la reconfiguración de prácticas que se
materializan en un hogar donde lo privado, lo público y lo íntimo se
sobrepusieron (Morduchowicz, 2008; Martín-Barbero,
2017). Sin embargo, no solo basta analizar el tránsito de un dispositivo
tecnológico ajeno y extraño a uno común e íntimo, sino que es necesario abordar
su ensamblaje con los espacios-tiempos y la función operativa que desempeñan
dentro de las prácticas comunicativas, culturales y sociales que desarrolla el
sujeto de manera cotidiana.
Metodología
La investigación tiene un carácter
mixto aplicado a un grupo de 29 estudiantes universitarios (12 hombres y 17
mujeres), cuyas edades oscilan entre los 20 y 26 años. Los participantes son
estudiantes de la Carrera de Ciencias de la Comunicación, en la Facultad de
Ciencias Políticas y Sociales, de la UNAM. Dentro de los criterios de
delimitación del estudio se encuentra: 1) el periodo estudiado, 2) las técnicas
empleadas, 3) las unidades de análisis y 4) alcance de la investigación.
Respecto el primer punto, este se
realizó del 1 de abril al 31 de mayo de 2021. La delimitación temporal es
importante porque en esos meses el semestre se encontraba a mitad de su
desarrollo. Así, el uso de Internet para las actividades educativas no estaba
ni en su nivel más bajo (al inicio del semestre) ni en el más alto (al final).
Por su parte,
las técnicas se utilizaron en dos etapas: en la parte cuantitativa se aplicó un
cuestionario en Google Forms para caracterizar el uso
de los dispositivos tecnológicos; esto implicó que cada participante registrara
las actividades realizadas en un día entre semana y las realizadas durante el
sábado o domingo. La segunda etapa tuvo un carácter cualitativo ya que después
de la sistematización de los datos se realizó un grupo focal. Esta técnica
tiene un carácter interactivo para tratar un tema específico con los sujetos
investigados, por lo que con el grupo focal no solo se recupera el rol de los
participantes, sino que contextualiza la información obtenida, identificando
aquellos matices y lógicas que los datos por sí mismos no muestran (Arboleda,
2008).
Las unidades de análisis en el
cuestionario fueron: el tiempo de conexión, el dispositivo utilizado, el lugar
dentro del hogar donde se utilizó el dispositivo, la finalidad de la conexión y
si los padres realizaron alguna acción de vigilancia.
Finalmente, ya que la pregunta de
investigación se articula con el uso de las TIC e Internet por los
participantes, el trabajo no aborda el contexto económico de dichos jóvenes ni
los resultados trascienden su ubicación territorial urbana. Estas
delimitaciones son importantes porque la condición socioeconómica no se
manifestó en la experiencia de los participantes durante la pandemia. Además,
el territorio urbano en el que residen se caracteriza por una mayor
conectividad que las zonas rurales (Asociación de Internet MX, 2020; Olmedo-Neri,
2022).
Resultados y
discusión
Los estudios sobre las juventudes
universitarias durante la pandemia se han centrado en el ámbito educativo (Ortiz,
2020; Reimers y Marmolejo, 2020), en los efectos
psicológicos (Lugo-González et al., 2021; González, 2020) y en menor medida en
la experiencia juvenil derivada de la digitalización abrupta de sus actividades
(Banderas, 2020; Lemus, 2017; Olmedo-Neri, 2021). Por ende, los hallazgos
encontrados abonan a una perspectiva que asume el papel de la experiencia
individual dentro de un contexto que disloca la (re)producción de la vida
cotidiana.
Dado que la pandemia obligó a
digitalizar las actividades de universitarios, la infraestructura tecnológica
del hogar adquiere un papel medular. El gráfico 1 muestra el panorama
tecnológico-digital de los hogares de los participantes.
Gráfico 1. Infraestructura tecnológica-comunicativa en los
hogares
Nota. Elaboración
propia con datos de formularios
La presencia heterogénea de
dispositivos tecnológicos generó tensiones entre los integrantes de la familia
y derivó en procesos de (re)negociación en cuanto al uso de dispositivos, el
tiempo de uso y el espacio doméstico habilitado para actividades no domésticas
como la educación, la socialización o el trabajo. Estas son dislocaciones en el
proceso de objetivación e incorporación de los dispositivos tecnológicos dentro
del hogar y las matrices socioculturales de la familia. La siguiente
experiencia muestra este solapamiento de actividades.
Otro
aspecto caótico de esta situación [la pandemia] fue que todos
los miembros de la familia tomábamos clase más o menos a la misma hora (mis
hermanos por estudiantes y mis padres por profesores); entonces, en ocasiones
podías escuchar a todos hablando al mismo tiempo. (estudiante mujer, 20 años)
Estas tensiones se fueron disipando
conforme los integrantes de la familia acondicionaban espacios comunes para la
actividad digitalizada o conforme el contexto pandémico se hizo perceptivamente
común.
Referente al tiempo de conexión, su
registro permite observar la digitalización de las prácticas sociales,
educativas y comunicativas de las juventudes, particularmente en el contexto
pandémico. La tabla 1 evidencia el tiempo de conexión, su promedio y su
distribución a partir del género.
Tabla 1. Horas de
conexión
Nota.
Elaboración propia con datos de formularios.
Estos datos superan las cifras
registradas en México antes de la pandemia (Asociación de Internet MX, 2020; Espinosa,
2019). El incremento en el tiempo de conexión deriva de la saturación de
actividades escolares, su solapamiento con los quehaceres domésticos y la
vivencia (restringida) de la experiencia juvenil a través de los dispositivos
tecnológicos. La siguiente experiencia ejemplifica esto:
Lo
más frustrante fue que todos los profesores se sentían dueños de nuestro
tiempo, o al menos así se sentía. Despertar, tres clases, comer, tarea.
Repetir. Una tarea detrás de otra y hasta ver el celular para consumir otro
contenido cansaba. (estudiante mujer, 21 años)
El cansancio de consumir contenido
digital, incluso si este no era de tipo educativo, es una muestra de la
transformación de la subjetividad de las y los jóvenes respecto al espacio
digital. Incrementar el tiempo de conexión, pero restringir sus finalidades
contribuyó a la crisis en la experiencia juvenil al grado de cambiar la
percepción de Internet: de un lugar de entretenimiento y socialización para las
y los jóvenes se convirtió en un espacio de formación, educación y trabajo. Esto
es una dislocación en el proceso de conversión, ya que se impuso la mirada
adulta sobre los usos definidos y legitimados de Internet por las y los
jóvenes.
Respecto al género, destaca que las
mujeres disminuyeron un 38,2 % su actividad en Internet durante el fin de
semana y los hombres solo un 13,5 %. En el grupo focal, algunas jóvenes
adjudicaron esta reducción en el tiempo de conexión por la realización de
actividades domésticas. Esta diferencia refuerza los hallazgos en otras
investigaciones sobre la división del trabajo familiar y la (sobre)carga de
actividades domésticas hacia las mujeres (Avendaño et al., 2020). La pandemia
no supuso una renegociación de las actividades domésticas aun cuando todos los
miembros de la familia se encontraban allí por más tiempo, por el contrario, se
mantuvo la división del trabajo doméstico con base en el género, profundizando
la diferencia experiencial de vivir el confinamiento entre las y los jóvenes y
reforzando el mito de la tecnología como un campo predominantemente masculino.
Durante la pandemia, el uso de
Internet por jóvenes no solo aumentó por las actividades educativas, sino que
esto redujo el tiempo destinado en otras prácticas biográficamente construidas
en el espacio digital como la interacción entre sus pares, el entretenimiento o
las propias actividades familiares. En otras palabras, había más tiempo, pero
muy poco de él estaba destinado a las actividades propias de la experiencia
juvenil. Algunos participantes indicaron que esto derivó de la imposición de la
mirada adulto-centrista sobre el espacio digital y qué hacer allí, modificando
la relación Internet-juventud (Becerra, 2015). La siguiente reflexión refleja
este cambio.
…
muchos profesores igual “aprovechaban” que estábamos en casa para dejar mucha
más carga de trabajo con la excusa de “para que se distraigan o tengan algo qué
hacer”, cuando muchos de nosotros igual adoptábamos tareas de la casa, además
de que igual necesitábamos un descanso de la tecnología. (estudiante mujer, 21
años)
Los profesores sobredimensionaron las
habilidades e intereses de las y los jóvenes sobre el espacio digital, lo cual
incrementó de manera arbitraria el número de actividades escolares y contribuyó
a la redistribución del tiempo en Internet y su finalidad. Lo que para las
juventudes significó como positivo e innovador reivindicar el mito de los
nativos digitales y todas las implicaciones diferenciales con los adultos (Vázquez,
2015), bajo el contexto pandémico dicho mito afectó su experiencia juvenil:
las/los jóvenes empezaron a reflexionar y en algunos casos a cuestionar sus
habilidades ‘innatas’ alrededor de Internet y los dispositivos, particularmente
su uso, percepción y domesticación.
Por tanto, para las y los
participantes en este estudio la educación en línea no solo representó una
actividad emergente, sino que demandó una mayor cantidad de tiempo, modificando
los usos y fines de Internet establecidos antes de la pandemia, particularmente
aquellos relacionados a la socialización y el consumo cultural juvenil.
Además del tiempo, los dispositivos
tecnológicos son un medio fundamental para el acceso y uso de Internet; son una
condición previa a la conexión, por lo que su reconocimiento y diversificación
permite delimitar el entorno tecnológico de las juventudes dentro del hogar (Olmedo-Neri,
2022). La tabla 2 muestra el tiempo de conexión y el tipo de dispositivo
utilizado por los participantes.
Tabla 2. Porcentaje de
horas, según dispositivo
Nota.
Elaboración propia con datos de formularios.
El celular y la computadora son los
dispositivos más utilizados para la conexión entre semana y fin de semana.
Estos hallazgos refuerzan los estudios que indican que el 78,9 % de las
juventudes mexicanas utilizó el celular para conectarse al espacio digital y
realizar actividades durante la pandemia (INEGI, 2020). El uso preponderante
del celular deriva de que es un dispositivo esencial para la experiencia
juvenil contemporánea, pero también es resultado de las negociaciones del uso
de dispositivos durante el confinamiento; su propiedad privada garantizó un
medio para seguir su proceso educativo y (re)producir su experiencia juvenil.
Entonces, la pandemia obligó a redomesticar el
celular para explotar su multifuncionalidad operativa (Olmedo-Neri, 2022).
Si bien las y los jóvenes utilizaban
el celular para actividades educativas, sociales o laborales, durante la
pandemia algunos de estos usos se impusieron sobre la domesticación previa en
dichos dispositivos. Tomar clases en línea, leer textos o realizar tareas en el
celular obligó a iniciar, ampliar o profundizar la domesticación del celular.
Estos usos emergentes transformaron la percepción del celular al grado de
reconocer sus limitantes para gestionar toda la experiencia juvenil en una sola
pantalla. Por ello es que se desarrolla un proceso de desencanto hacia Internet
y los dispositivos tecnológicos; la demanda por ‘descansar de la tecnología’ es
un cambio radical en la percepción de las y los jóvenes, sobre todo porque en
los primeros estudios sobre esta relación la percepción estaba orientada a
explorar y habitar estos dispositivos y espacios, más que alejarse de ellos (Winocur, 2006, 2009).
El caso de la Tablet es particular.
Su utilidad y significado aún no satisface los requerimientos de las juventudes
para desplazar la movilidad del celular en sus prácticas sociales y
comunicativas, ni para competir con la computadora y el espacio privilegiado
que ocupa en su formación educativa. En cuanto al uso simultáneo de dos o más
dispositivos destaca la dupla celular-computadora con el mayor porcentaje en
ambos momentos de la semana. Aunque el multitasking se percibe como una
habilidad ‘innata’, positiva y característica de las y los jóvenes, la
saturación de actividades derivó, en palabras de un estudiante, en un
multitasking disfuncional porque “realizaba muchas actividades al mismo tiempo,
pero mal realizadas” (estudiante hombre, 21 años).
Por su parte, el tiempo de conexión y
el lugar donde se realizó es importante porque si bien el dispositivo
tecnológico es una condición previa para la conexión, la ubicación desde la
cual el participante accede a Internet responde también a su finalidad y en
cierta medida a la dinámica individual-familiar que representa dicho espacio
doméstico. La tabla 3 evidencia los espacios dentro del hogar con mayor
preferencia por las y los jóvenes participantes para utilizar Internet.
Tabla 3. Distribución
de horas y ubicación
Nota.
Elaboración propia con datos de formularios.
De acuerdo con el informe de la
Asociación de Internet MX (2020) “el 45 % de los usuarios de Internet en México
tuvieron que aumentar su adopción tecnológica, debido a la contingencia” (p.
6). Durante el confinamiento, los espacios públicos, el consumo cultural y la
socialización juveniles redujeron su relevancia cotidiana.
Se destaca la
habitación de los y las participantes como el espacio doméstico desde donde
controlan, diseñan y materializan la experiencia juvenil durante la pandemia.
Además, el hogar se convierte en el lugar donde la gente tiene mayor tiempo de
conexión a Internet (Asociación de Internet MX, 2020). Esto concuerda con lo
encontrado por Morduchowicz (2008), ya que “la
tendencia en todo el mundo es que la familia se desplace de la cultura del
comedor a la de la habitación” (p. 52). La siguiente reflexión muestra la
transformación perceptiva del espacio doméstico y sus efectos en la experiencia
juvenil.
…
el aspecto negativo [de la pandemia] recae en la invasión del
espacio privado y en la resignificación de este. El lugar al que llegabas
después de la escuela a descansar y pasar tu tiempo libre se transformó en un
lugar de estrés y trabajo. (estudiante hombre, 23 años)
La transformación simbólica de la
habitación en particular, pero del hogar en general, como un salón de clases o
la oficina es resultado del solapamiento de las actividades en un mismo espacio
físico. Así, la pandemia suprimió la noción de tiempo libre bajo la premisa de
invertir el ‘exceso’ de tiempo para todo aquello a lo que normalmente no se
atendía por falta de este. El ocio y el descanso fueron actividades que se
redujeron ante el ímpetu adulto-centrista por “aprovechar” la juventud en vez
de disfrutarla/vivenciarla en la pandemia. De esta manera, “se borró esta
‘idea’ del tiempo libre ya que (gracias al celular) debías responder y estar
disponible 24/7” (estudiante mujer, 20 años).
El solapamiento de actividades en la
habitación no solo transformó su uso como un lugar para la gestión y vivencia
de la experiencia juvenil, sino que además desplazó perceptivamente la
apropiación hecha por el/la joven de dicho espacio. Así “era frustrante y
triste el que mi habitación fuera mi salón” (estudiante hombre, 22 años). Este
sentido disruptivo va de la mano con la pérdida del control que posee el sujeto
sobre su espacio más próximo: la habitación. Feixa
(2005) argumenta que la habitación es el primer y más cercano espacio que un(a)
joven apropia para establecer su autonomía relacional y con ello delimitar lo
íntimo de lo familiar y de lo público/externo. Con la pandemia, la habitación
dejó de ser ese lugar propio, seguro e independiente de la/el joven para vivir
y ser parte de la experiencia juvenil (Silverstone,
2004). En otras palabras, la transgresión de las prácticas educativas,
laborales y sociales sobre la habitación contribuyó a su resignificación, no
necesariamente positiva.
A pesar del extrañamiento del joven
sobre su habitación, esto no impidió que realizara acciones de resistencia que
se volvieron prácticas comunicativas digitales. No encender la cámara, no usar
el micrófono, usar fondos animados o solo participar de manera textual en
clases o en una ‘zoomparty’ con otros universitarios
fueron prácticas comunicativas sustentadas en los dispositivos tecnológicos que
tenían como finalidad establecer una frontera entre lo público (de la acción) y
lo íntimo (de la habitación).
A pesar de estas transformaciones,
las posibilidades de uso y articulación de los dispositivos tecnológicos
cuestionó el mito del aislamiento de las juventudes por la tecnología (Becerra,
2015). La pandemia mostró que las y los jóvenes ensamblan los dispositivos
tecnológicos e Internet a su vida cotidiana de tal manera que la socialización,
la educación, la familia y lo personal constituyen un mundo en permanente
articulación por la domesticación de la tecnología, generando una experiencia
propia de la juventud contemporánea. Por ello, más que pensar los dispositivos
tecnológicos como soportes de la vida cotidiana (Lemus, 2017), es necesario
conceptualizarlos como articuladores de la experiencia individual-colectiva
dentro de la cotidianidad. Situar los dispositivos tecnológicos como
articuladores de vivencias individuales y colectivas permite reconocer los
ensamblajes que hace el sujeto con los dispositivos a su alcance para
(re)producir la realidad social donde participa.
Por otro lado, si bien el tiempo de
conexión, el dispositivo por el que se conecta el/la joven y el espacio donde
lo hacen son importantes para articular una práctica comunicativa digital,
también es necesario destacar la finalidad de la conexión con el propósito de
enmarcar tanto el lugar como el dispositivo utilizado para ingresar a Internet.
La tabla 4 muestra el porcentaje de horas de conexión y su finalidad.
Tabla 4. Distribución
porcentual de acuerdo con la finalidad de conexión
Nota.
Elaboración propia con datos de formulario.
Como se observa, la práctica
educativa se ostenta como la actividad que más tiempo demanda durante la
semana; después de ella se establece la finalidad de socialización a través de plataformas
sociodigitales (Facebook, Instagram, Twitter, TikTok), en tercer lugar se encuentra el consumo cultural
mediante diversas plataformas (Spotify, Netflix, Disney+, Starz,
Deezer, Prime Video) y, finalmente, para algunos
participantes también estuvo presente el uso de plataformas para realizar
actividades laborales (paquetería Office, Canva y Zencastr). Durante el fin de semana, las plataformas
utilizadas no cambiaron sustancialmente pero sí se modificó el tiempo destinado
a cada finalidad: la socialización y el consumo cultural adquieren un mayor
uso, posicionando las actividades educativas en tercer lugar.
A partir del tiempo de conexión, el
dispositivo utilizado, el lugar de la práctica y la finalidad de esta se puede
observar cuantitativa y cualitativamente cómo la experiencia juvenil fue
trastocada por la pandemia. Todas estas variables intervienen en la
construcción del ser joven, pero además afectan directamente la experiencia
juvenil, la cual fue alterada por la mirada adulto-centrista sobre la relación
juventud-tecnología (Becerra, 2015).
La legitimidad de este mito provocó
que los profesores contribuyeran arbitrariamente a incrementar y redistribuir
el tiempo de conexión de acuerdo con las demandas emergentes en el contexto
pandémico y cambiando consecuentemente el significado de Internet.
Paralelamente, el incremento de tiempo generó en los padres una percepción
negativa sobre sus hijos(as). La siguiente reflexión muestra esta
contradicción: “mi familia no entendía completamente que estaba tomando clases
y consideraban que no hacía cosas para la casa” (estudiante mujer, 20 años).
Estos constreñimientos sobre el/la joven tiene efectos en su autopercepción y
en su participación en las dinámicas familiares; todas ellas provocadas por el
desvanecimiento de las fronteras entre las diferentes actividades que
confluyeron espacial y temporalmente en el hogar y particularmente en la habitación
de la/el joven.
Finalmente, no solo las y los jóvenes
trataron de articular sus actividades con las prácticas familiares, sino que
los padres y las madres, ante el cambio perceptivo sobre el tiempo de conexión
de sus hijos e hijas y la mayor permanencia en sus respectivas habitaciones,
realizaron acciones pasivas de vigilancia. El 62 % de participantes reconoció
acciones de vigilancia soft:
mirar la pantalla de la computadora, preguntar sobre lo que hacen en ella, ver
conjuntamente contenidos en el celular de su hijo(a), así como decir frases
sarcásticas sobre la habilidad de sus hijas(os) en Internet son formas en que
los padres y madres intentan reducir la incertidumbre que aún les provoca el
espacio digital, especialmente durante un encierro que digitalizó gran parte de
la vida cotidiana de sus hijos e hijas.
Ya sea por los grados de
domesticación tecnológica o por el incremento del uso de Internet por parte de
sus hijos e hijas, queda claro que las intervenciones son multidireccionales,
difusas y están vinculadas a la relación saber-poder entre jóvenes y adultos.
Estas acciones de vigilancia soft
están ancladas a las prácticas individuales-colectivas de (con)vivencia en el
hogar, por lo que futuras investigaciones podrían aportar cómo la
digitalización de algunas actividades sociales, educativas y laborales implicó
una mayor domesticación de la tecnología por parte de los adultos.
Conclusiones
El objetivo de este trabajo fue
identificar el cambio en el uso de Internet por parte de un grupo de universitarios
mexicanos durante la pandemia. Desde los Estudios Culturales fue posible
identificar que el cambio cuantitativo sobre el tiempo de conexión ha tenido
efectos cualitativos en la relación entre la tecnología, las juventudes y los
espacios domésticos que constituyen el hogar contemporáneo.
Se observa que
las actividades escolares han aumentado la conexión al espacio digital y a la
par redujeron el uso de los dispositivos tecnológicos e Internet para acciones
de entretenimiento, socialización o consumo cultural. La redistribución del
tiempo en las actividades que las juventudes desarrollan en Internet es sutil,
pero tiene implicaciones sobre la percepción del espacio digital y doméstico en
la experiencia juvenil. Así, Internet, los dispositivos tecnológicos y el
espacio doméstico se encadenan dentro de la vida cotidiana para darle
materialidad a la vivencia de la juventud a nivel individual y colectivo. La
pandemia trastocó la doble articulación de los medios y los dispositivos
tecnológicos, pero también obligó a que el sujeto profundizará la domesticación
tecnológica para poder cumplir con los nuevos ritos individuales/familiares y
con los imaginarios sociales generados durante el confinamiento.
El hogar se convirtió en el primer
espacio de conexión, pero para las juventudes la habitación es vista como el
lugar desde el que se diseña la vida cotidiana en tiempos de pandemia. La
habitación no está aislada del hogar, por el contrario, allí conviven lo íntimo
(del sujeto), lo privado (de la familia) y lo público (de la escuela, las
amistades y el trabajo), por lo que es importante destacar que este espacio se
convierte en el nodo articulador de la cotidianidad juvenil durante el
confinamiento.
Finalmente, si bien la pandemia está reduciendo
su presencia en la vida cotidiana y las juventudes mexicanas se (re)adaptan al
nuevo contexto, es claro que más de una generación ha quedado marcada. Por
ello, el estudio del impacto de la pandemia en jóvenes y su relación con la
tecnología no solo debe buscarse en el pasado reciente, sino también en el
futuro próximo. El desdoblamiento de las prácticas cotidianas mediante la
paulatina reapropiación de los espacios comunes y públicos supone un objeto de
estudio emergente. Los nuevos conocimientos adquiridos, así como las
experiencias vividas por las y los jóvenes durante la pandemia, son factores
que intervendrán en la experiencia juvenil presente y futura.
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Notas
[i] Según Crespo y Parra (2017) y Martín-Barbero (2017) la noción de
Estudios Culturales tuvo resistencias en su proceso de institucionalización en
América Latina, dado que autores como García Canclini y Martín-Barbero ya
venían desarrollado investigaciones sobre este campo y porque la esencia
occidental de esta corriente dejaba de lado las particularidades ontológicas de
Latinoamérica.
[ii] Esta definición no está en contradicción a los estudios latinoamericanos sobre la apropiación tecnológica, por el contrario, esta corriente es heredera de estas aportaciones hechas desde los Estudios Culturales, aunque ha sido muy poco visibilizado en su genealogía (Sandoval y Cabello, 2019; Sandoval, 2022).