Ecuador, Plan Colombia y seguridad: una impredecible vecindad

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Bertha García Gallegos

Resumen

Durante mucho tiempo, Colombia y Ecuador compartieron su mutua frontera con una confianza tal que no necesitó de reglas ni acuerdos institucionales, salvo en los temas de rigor previstos por las relaciones entre estados. Esta situación contrastó evidentemente con lo que ocurría en la frontera sur con el Perú, donde cualquier incidente podría desatar desentendimiento y sospechas que agudizaran el viejo conflicto territorial(*).  Especialmente en la región central del norte ecuatoriano y el sur colombiano, esta confianza se tejió con profundas raíces históricas y sociales (Ecuador y Colombia compartieron en la colonia y en los primeros años de la República un territorio y una administración política común) no solo a través de un entramado de lazos de parentesco sino dentro de una verdadera cultura (la cultura “pastuza”) Esta comprendía desde un particular y común acento al hablar el idioma español, dichos y sabiduría popular, costumbres culinarias, hasta una complicada red de contrabando forjada a vista y paciencia de todos, acuciada, primero por el mayor grado de industrialización del vecino del norte y después por la exuberante producción agrícola de las provincias del Carchi e Imbabura que pasaba por el cordón fronterizo para aliviar los precios altos de la canasta colombiana. Esta red de contrabando, al menos en el caso ecuatoriano, fue matizada pintorescamente por la corrupción criolla vinculada al populismo1. A partir de la era petrolera la frontera cultural, la confianza y el desvergonzado contrabando, se extendieron hacia la Amazonia.